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LEKU UN BERRI
«Lugar       bueno         nuevo»

 

Entre Pamplona y San Sebastián, a los pies del monte Aralar está Lekunberri, el pueblo que ha sido, entre otras, la razón y causa de este documental.

Es pequeño y bastante frío pero infinitamente bonito. Los paisajes naturales que lo rodean se mezclan con la arquitectura popular como los baserris, el Hotel Ayestarán o la parroquia gótica del siglo XIII de San Juan Bautista.  Además tiene la Estación del Plazaola, que era único tren que antiguamente comunicaba Pamplona y San Sebastián. Actualmente en desuso, se conserva algún vagón como elemento conmemorativo al pasado.

Hay un camino desde el Plazaola que lleva al Santuario de San Miguel de Aralar que cuenta con un retablo románico del siglo XII considerado una de las principales obras de esmaltaría de Europa.

Pero Lekunberri no fue elegido por ninguno de estos motivos estéticos, sino porque sus calles fueron paseadas por el gran Orson Welles, sus fachadas filmadas, su gastronomía probada… y nosotros quisimos experimentar lo mismo además de embarcarnos en la búsqueda de lo que ya sucedió.

 

El primer día conocimos a Sotil, uno de los tres párrocos. Ciertamente se daba un aire al Orson de Falstaff y eso nos emocionó bastante. También conocimos a Inma, la concejala de cultura, a Mercedes y a Juan, que en su día llevaron la gasolinera y a Maria Jesús Ayestarán, directora del Hotel Ayestarán. Más tarde conocimos a tres personas fascinantes: Marechu, Manoli  y su marido Jesus María. Ellos tres fueron los que acudieron a un coloquio que organizamos en el Hotel Ayestarán, para que nos hablasen de todo lo que habían visto en los más de 50 años de vida en Lekunberri. Mientras les enseñábamos fotos antiguas, del rodaje de Falstaff en Lekunberri, Manoli nos sorprendió gratamente. Sacó un sobre de su bolsó y comenzó a leernos una carta en prosa poética que había escrito específicamente para nosotros. Les estamos infinitamente agradecidos a todos los habitantes de Lekunberri por lo bien que nos acogieron y como nos abrieron las puertas de su casa, su tienda, su hotel, su iglesia, su campo.

Carta de Manoli, vecina de Lekunberri
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